Coincido plenamente con el breve y conciso análisis sociológico de Brecht, sobre cómo interactuamos en una causa común y  en qué grado de entrega o disposición se encuentra uno, dentro de esta “escala de implicación graduada”, que supone categorizar a un individuo por el tiempo de dedicación que destina a luchar,  por lo que sea que haya que combatir en esta p… vida.

Esta es su archiconocida frase, dedicada a TODOS los que participan en mayor o menor medida, en que algo se haga realidad, sea lo que sea.

“Hay hombres que luchan un día y son buenos.

Hay otros que luchan un año y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.

Pero hay los que luchan toda la vida: ésos son los imprescindibles”.

Pensando especialmente en los compañeros de esta última categoría, que sin pretenderlo resultan imprescindibles…, delante de todos ellos, ¡me quito el sombrero!

Descarto esta idea generalizada que se tiene de no ser imprescindible. Precisamente por haber tenido la fortuna de conocer a más de uno de esa “rara especie”, que aunque ya no nos acompañan, se echan mucho en falta. No importa el tiempo transcurrido…, han supuesto un precedente y un ejemplo a perpetuar en nuestras vidas y ocupan trono en nuestra memoria.

Decir que somos totalmente prescindibles, es la excusa perfecta que utilizan sociópatas de alma vacía, para desacreditar la valía de las personas en el desempeño de sus funciones, seguido de una patada en el trasero, en los casos más agudos, súbitamente de un día para otro, tras una larga vida laboral de plena dedicación a la profesión. Desgraciadamente también ocurre en el voluntariado.

La simiente que esparcen (ahora en el barro) los individuos del rango “toda la vida”, es el germen que crecerá en otros que acabarán uniéndose a esta causa. Preciado legado que dejan al pasar el testigo a otros que continuarán en la misma lucha por la verdad y la justicia.

Será en tiempos venideros, cuando los imprescindibles de hoy para Valencia, sean sustituidos porque han cambiado de dimensión y hay que enterrarlos “con las botas puestas”.

Agradecimiento infinito para todos los del grupo que luchan por el reconocimiento de las víctimas, bien haya sido un día, sea por un año, o por muchos años; pero especial mención a los hombres y mujeres insustituibles, que van a seguir peleando toda la vida, por su intrínseca naturaleza guerrera. Brindo a su salud y les deseo larga existencia.

En cualquier clasificación dentro del ranking de esta “escala de Brecht” salida de mi chistera, ahora mismo TODOS RESULTAN IMPRESCINDIBLES, dado el escaso número de personas que compone este minúsculo “ejército” de combatientes valientes y comprometidos.

Finalizo con una chispa de humor, despidiéndome del mismo modo que lo hacía con “mi imprescindible clientela”, al cierre del pub nocturno que dirigí sola durante varios años:

¡QUERIDOS CORINTIOS…, GRACIAS POR LAS PASAS!

Fdo. Ana Mª. C.L.